Descansar del miedo
Me encanta cuando un/a cliente, amigo/a o familiar me cuenta la oportunidad que ha encontrado en este parón obligado. Casi siempre tiene que ver con tener más tiempo, tener menos «tengo que»s, bajar el ritmo y estar más descansado/a. En esas nuevas condiciones de repente se abre un hueco para la conciencia. Como si una poda abriese la densidad del bosque y dejara colarse más rayos de sol. La mente deja de estar puesta continuamente en lo que va a ocurrir a continuación, mañana o la semana que viene, y empieza a posarse en la realidad, interna y externa, que sucede aquí y ahora. Y puede mirarse con otra mirada, con más detenimiento, y mirar alrededor con más claridad. De pronto puede ver mejor las piezas del puzzle.
Estar presentes en el aquí y ahora, con conciencia y aceptación, nos permite regularnos mejor emocionalmente. No significa ignorar el pasado o el futuro. Es imposible y desadaptativo. Los pensamientos sobre el futuro pueden generar preocupación, miedo, ansiedad, angustia, pero también nos permiten anticipar y predecir conductas y sucesos y así adaptarnos mejor. Los pensamientos sobre el pasado a veces nos hacen sentir rabia, culpa, vergüenza, tristeza. Pero sin revisitar las experiencias pasadas no podríamos aprender. Traer el pasado y el futuro al presente es necesario y adaptativo, siempre y cuando los podamos distinguir y los podamos dejar en su lugar. Tener claro que lo que pasó pasó, y lo que está por venir es una posibilidad que aún no existe, mantener al mismo tiempo la conciencia en el presente, impide que pasado y futuro invadan nuestra mirada y nos desregulen.
Desafortunadamente nuestra cultura no nos entrena en esta habilidad. La ansiedad crónica es un mal generalizado y normalizado, canalizado mediante psicofármacos «de cabecera», malestares y enfermedades cardiovasculares, intestinales, musculoesqueléticos, dermatológicos, respiratorios, etc., adicciones, trastornos del sueño… Todos ellos «apaños» superficiales, más o menos efectivos, pero insuficientes ante una crisis como la que nos está tocando vivir. Las crisis ponen de manifiesto los fallos del sistema. Y uno de los fallos de nuestro sistema es mantenernos en un ritmo de actividad constante que nos sitúa permanentemente en el futuro sin enseñarnos a mantener la atención en el presente. Otro, invitarnos a vivir en múltiples espacios virtuales diferentes al que ocupamos físicamente, el aquí.
Como ya conté aquí hace un par de años, la meditación es una forma de entrenar esta habilidad. Si eres de los que tiene tiempo estos días de confinamiento, te invito a que la pruebes, por ejemplo con este curso online gratuito que puedo recomendarte (aunque no sustituye un taller presencial). Si no tienes tanto tiempo o no te apetece comprometerte a un entrenamiento formal, permítete descansar unos instantes en el presente con este sencillo ejercicio: cierra los ojos y lleva toda tu atención a los sonidos que lleguen a tu campo de conciencia. Sin etiquetarlos, sin necesidad de reconocer su fuente, sin juzgarlos como agradables o desagradables. Simplemente, deja que entren como si los oyeras por primera vez. Durante el tiempo que te apetezca.
En estos momentos es normal tener miedo. A la enfermedad, al malestar, al dolor, a la muerte, a la pérdida… Sin embargo, mientras reconocemos y sostenemos el miedo a lo que puede venir, podemos al mismo tiempo sentir la alegría de estar vivos ahora, sentir el amor que hay en nuestras vidas. En esta crisis que se prevé larga, permitámonos hacer pequeños descansos del miedo, reposar en nuestros sentidos.
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