¿El confinamiento es traumático para lxs niñxs?

Estos días se está discutiendo (por fin) el impacto del confinamiento en los niños. He leído afirmaciones alarmistas sobre los traumas que va a generar en la infancia y la adolescencia, y dada la preocupación que padres y madres estáis manifestando sobre el tema, me ha apetecido hablar aquí sobre trauma y dar mi opinión al respecto.
Lo primero que puedo decir no va a tranquilizar a nadie, y es que poco podemos saber con exactitud. Lo único cierto es que no podemos predecir el impacto que va a tener esta crisis en los niños, como tampoco podemos predecir el impacto en muchos otros aspectos, porque no hay precedentes. En determinadas poblaciones de adultos disponemos de estudios que encuentran diversos efectos psicológicos del confinamiento, pero no son aplicables a la población general en la situación actual y mucho menos en niñxs. No tenemos suficientes datos. Ahora bien, sabemos algunas cosas importantes que, aunque no nos permiten predecir con precisión, nos dejan margen de maniobra.
Sabemos que los efectos de cualquier estresor en la psique humana, también en la infantil, está modulada por factores de riesgo y factores de protección. Y que estos factores son clave para que una experiencia estresante se convierta en un trauma psicológico o no. Porque una situación no es traumática por sí misma. Una experiencia resulta traumática para una persona concreta en función de cómo la viva. La misma situación puede ser traumática para una persona y para otra no. Pero vamos por partes.
No cabe duda de que el confinamiento es un estresor, una situación que pone en marcha nuestra respuesta psicofisiológica de estrés y desafía nuestra capacidad de adaptación. Pero estresante no es sinónimo de traumático. ¿Para quién, entonces, el confinamiento puede resultar una experiencia traumática?
Un trauma, como ya definió muy bien Janet, un psiquiatra clásico de principios del siglo XX, “es el resultado de la exposición a un acontecimiento estresante inevitable que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona. Cuando la persona se siente demasiado sobrepasada por su propia activación y sus propias emociones, los recuerdos no pueden transformarse en experiencias narrativas neutras”. Es decir, para que un acontecimiento resulte traumático deben darse estas condiciones:
- Supone una experiencia de la que la persona no puede escapar ni hacerla desaparecer.
- La persona no puede reducir su propia activación o respuesta de estrés, porque sobrepasa su capacidad de autorregulación.
La primera condición tiene más que ver con la situación y el control que podemos ejercer sobre ella. Los menores son más vulnerables al trauma porque tienen menos poder y control sobre lo que les ocurre. Cuanto más pequeños, mayor proporción de sus experiencias son impuestas. En esta situación de confinamiento los adultos tenemos la opción de saltarnos la norma y salir a la calle si no podemos más. Psicológicamente, contar con esto, aunque tenga consecuencias, o aunque no lleguemos a hacerlo, nos da esa posibilidad de escapar. En el fondo es una elección y por eso apelan a nuestra responsabilidad. Los niños no tienen esa conciencia ni esa capacidad de elección. Pero disponen de imaginación, fantasía y juego. ¿Recordáis la película La vida es bella? El protagonista, encerrado junto a su hijo en un campo de concentración, se las arreglaba para que pensara que estaban inmersos en un gran juego, y de esa forma libraba al niño de la conciencia de confinamiento.
El segundo punto es donde más capacidad de acción tenemos, porque está comprobado que la forma más efectiva de regular la respuesta de estrés es la conexión social que proporcione seguridad. Y en el caso de lxs niñxs eso se traduce en que sus figuras vinculares principales conecten con lo que sienten y les ayuden a regularse. Lxs niñxs que dispongan de vínculos suficientemente seguros podrán digerir el estrés que están experimentando y podrán integrar adecuadamente la experiencia en su historia de vida. Porque podrán acudir a su figura vincular para recibir apoyo y protección, y para contarle lo que le pasa y cómo se siente. Entonces este adulto escuchará el relato del/a niñx y le ayudará a ponerle palabras, a explicarse lo que le pasa, reconociendo, etiquetando y legitimando sus sentimientos, de forma que el/la niñx pueda hacer una narración completa y coherente. Cuando un/a niñx se siente vistx, comprendidx, acompañadx, cuando siente sus emociones legitimadas, la activación fisiológica disminuye automáticamente. Por otra parte, el adulto significativo hace de espejo de las emociones del/a niñx, de manera que no sólo etiquetará con palabras lo que sienta el/la niñx (“estás asustado”), sino también no verbalmente a través de su propia expresión facial y corporal (“estás asustado porque yo también lo estoy”). Por eso cuando nuestrxs hijxs están inquietxs y nos ven a nosotrxs también nerviosxs, entienden que tienen miedo y que hay razones para tenerlo. Si entonces somos capaces de mentalizar y atravesar nuestro propio miedo podemos contener el suyo y ayudarles a calmarse.
Estos días nuestrxs niñxs necesitan que les escuchemos mucho con todos los sentidos, que prestemos atención a su expresión emocional, a su forma de moverse, a los cambios en su cuerpo, en sus hábitos de alimentación y sueño, a posibles somatizaciones. Cuanto más empática y contingente sea nuestra respuesta, más fácil se lo pondremos.