Pérdida gestacional, la cara oculta de la luna

La pérdida gestacional, el aborto espontáneo durante el embarazo, sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad.  En esta cultura patriarcal y de consumo, como todo lo que atañe a la vida sexual y reproductiva de las mujeres, se esconde, se oculta, se le resta importancia, resulta incómodo.   Sin embargo, ocurre con relativa frecuencia.  No voy a dar cifras, por respeto a todas las mujeres que la han experimentado.  Porque para ellas su pérdida no es un número.  Porque saber que es habitual no siempre sirve de consuelo.  

Lo que sí sirve es contárselo a otra persona, que valide nuestro dolor y, si también lo ha vivido, que nos diga “yo también”.  Sentirnos escuchadas y comprendidas.  El problema de la pérdida gestacional es que las mujeres no lo contamos.

La mayor parte de las pérdidas ocurren en el primer trimestre de gestación.   Nuestra sociedad no considera todavía personas a los bebés de menos de 12 semanas.  Los bebés fallecidos en el embarazo no son inscritos en el Registro Civil ni reciben funeral.  Es como si no tuviéramos derecho a sentir pena al perderlos, porque ¿cómo voy a sentir pena por un embrión, por un feto, por un conjunto de células? Somos instadas a “seguir intentándolo” y nos vemos empujadas a hacer como si no hubiera existido.  

Sin embargo, las células de ese pequeño ser ya han estado dentro de nuestro cuerpo, y lo han cambiado para siempre.  El cuerpo de una mujer que ha gestado, sea el tiempo que sea, ya no vuelve a ser el de antes.  En lo emocional, somos muchas las mujeres que a las 12 semanas, a las 9, a las 2 e incluso antes de concebir, ya hemos establecido un vínculo afectivo con eso que, para nosotras, ya es un bebé.  Porque ya le hemos puesto carita, nombre, carácter.  Porque ya nos hemos visualizado mil veces dándole el pecho plácidamente, acariciándole, acunándole.   Porque ya nos hemos imaginado su habitación, ya hemos planeado los sitios maravillosos que le vamos a enseñar.  Porque ya sentimos en nuestro cuerpo su presencia: los pechos y el vientre abultados, las náuseas.   No digamos de las pérdidas que ocurren con la gestación avanzada.  Por eso cada mujer vive el aborto de manera diferente, porque depende del vínculo que haya hecho con su bebé y con toda esa serie de objetos internos: fantasías, deseos, sueños, creencias, planes…. 

 

TODA PÉRDIDA EXIGE UN DUELO

El aborto es una pérdida, o mejor dicho, una serie de pérdidas, que como toda pérdida, requiere un proceso de duelo que nos permita adaptarnos a la nueva realidad, externa e interna.  El duelo es un proceso natural y universal que atraviesa diferentes fases en las que es normal sentir cosas como aturdimiento o confusión, enfado, negación y rechazo, tristeza y desesperanza (no necesariamente en este orden, no es una secuencia lineal).  Para llevarlo a cabo necesitamos hablar de la pérdida, pensar en ella y soñar con ella, con el fin de construir un relato completo y coherente que incluya: 

  • Lo que teníamos antes, es decir, el bebé y todas esas fantasías, deseos, expectativas, creencias, etc.
  • Lo que se ha ido
  • Lo que hemos aprendido con lo vivido

No es una patología ni requiere tratamiento alguno cuando es acompañado por otra persona que legitime y sostenga la experiencia.   Porque el problema no es el dolor.  Es el dolor no legitimado.  No hay otra manera de hacerlo: la pérdida de una relación debe sanarse en otra relación.  

 

¿Y QUÉ PASA CON LA PAREJA?

Los padres o parejas de la mujer gestante generalmente necesitan más tiempo para hacer el vinculo con sus bebés, pero en la medida en que era un hijx deseadx y fantaseadx, también han perdido algo, y por tanto, también necesitan hacer un duelo.

 

ENTONCES, ¿QUÉ HACER?

En primer lugar, como sociedad, visibilizar la pérdida gestacional y reconocer el impacto emocional que puede tener en los padres.  A partir de ahí, empezar a pensar en medidas legales, sociales, laborales, que faciliten el duelo.

Luego, en particular:

  • Si eres una mamá que ha perdido a su bebé necesitas hablar de lo que has vivido: busca a alguien que te pueda escuchar sin juzgarte, que legitime lo que estás sintiendo.  Si no encuentras a alguien en tu entorno que lo pueda hacer, acude a un profesional.  Te ayudará a hacerte consciente de la herida y a abrirte a sentir el dolor que emana de ella.  Desde ahí, podrás mirar qué necesitas.  
  • Si eres papá, escúchate, pregúntate qué has perdido y conecta con tu dolor.  No es necesario que lo ocultes ante tu pareja, al contrario, el “yo también” os permitirá permanecer unidos y sentiros acompañados el uno por el otro.  Solo si elaboras tu propio duelo podrás ayudar a tu pareja a hacer el suyo.  Si tienes dificultades, acude a un profesional.
  • Si eres familiar o amigx de una mujer o una pareja que ha perdido a su bebé, legitima su experiencia, aunque no alcances a entenderla.  Si no te sientes capaz de sostener la tristeza, está bien, pero intenta decírselo con franqueza.

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