¿Por qué la gente no se queda en casa?

Oigo estos días muchas voces indignadas al ver desde sus ventanas gente pasear, aprovechando los resquicios legales para salir a todas horas.  Les acusan de inconscientes e irresponsables.  Y yo le estoy dando vueltas y no lo veo tan sencillo.  Dejando a un lado a los adolescentes, que tienen una percepción del riesgo diferente por razones evolutivas, se me ocurren muchas explicaciones para entender a esos adultos que se saltan el #quédateencasa#.  Aquí os cuento una de mis posibles hipótesis.

Tiene que ver con las necesidades humanas.  Son muchas y variadas, pero lo que sabemos es que para que una persona se desarrolle de forma sana (física, mental y emocionalmente), debe tener cubiertas las necesidades fisiológicas básicas, es decir, alimento, oxígeno, calor, movimiento (sí, ¡movimiento!), más dos necesidades emocionales esenciales: sentirse amado y sentirse seguro.  A partir de ahí lo que sea.  Decía Maslow que las necesidades humanas son jerárquicas y siguen una organización tipo pirámide, de manera que solo cuando tenemos satisfechas las necesidades de la base (las que hemos señalado) podemos tener necesidades de carácter superior, como la satisfacción profesional o la espiritualidad.  Por otro lado, las necesidades son algo que sentimos aquí y ahora, y resultan tanto más acuciantes cuanto más básicas, o más bajas en la pirámide.  Todo el mundo ha tenido alguna vez la experiencia de tener tanto hambre, tanto frío o tanto miedo que no podía pensar ni hacer nada más que buscar alimento, refugio o protección. Recordemos en este punto que las necesidades están directamente relacionadas con la supervivencia.  Necesito algo cuando sin ello no estoy bien.  La diferencia con los deseos es que puedo estar sin ellos.  Por ejemplo, necesito moverme, si no me muevo no estoy bien porque me duele la espalda, me encuentro inquieta, lo que sea.  Pero deseo hacer escalada.  Si no puedo hacer escalada quizá me sienta frustrada pero estaré bien mientras pueda hacer cualquier otra actividad que me permita moverme.   Dicho esto vamos a ver qué le estamos pidiendo a la gente cuando le decimos que se quede en su casa. 

Lo que le estamos pidiendo es que renuncie a necesidades individuales, algunas de ellas básicas (sol, oxigeno, movimiento, conexión social), por un bien común o un interés general.  Es una realidad que debemos aceptar, nos guste o no: no todo el mundo tiene esa capacidad.  No todo el mundo es capaz de identificarse como parte de una colectividad y ponerla por delante de su individualidad.  Es un ejercicio de entrega y de amor que no todos podemos hacer, o no siempre.  Como vengo diciendo en posts anteriores, vivimos en una cultura individualista y competitiva, en la que nos enseñan desde la cuna a bastarnos solitos y ser independientes cuanto antes (“no cojas al bebé en brazos que se acostumbra”).  Nos da miedo la conexión profunda con el otro.  Si nos resulta difícil hacer vínculos con las personas con cara y nombre con las que convivimos, ¿cómo será hacer vínculo con un conjunto abstracto de personas sin cara ni nombre al que llamamos sociedad?

A mi también me preocupa.  Pero no creo que el problema tenga que ver con gente “mala” o jeta que pasa de todo.  La evidencia y la experiencia nos dicen que lo que nos define como humanos es precisamente nuestra capacidad de conexión, y que cuando conectamos de verdad con el otro, no sólo nuestras necesidades nos mueven, sino también las suyas.  Satisfacer las necesidades de las personas que amamos es una cualidad intrínsecamente humana, y es muy difícil saltársela voluntariamente.  Si falla, es porque está dañada.

Otras veces la elección no es entre las necesidades individuales y las necesidades colectivas, sino entre necesidades individuales contrapuestas. Y al escribir esto estoy pensando en esos ancianos que van al súper tres veces al día, viven solos y han elegido arriesgarse porque necesitan la sonrisa de la cajera más que vivir.

Así que lo que yo siento cuando miro a todas esas personas no es rabia, sino compasión.

Así somos. 

Gracias por compartir!

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