Vínculo terapéutico
La estrategia terapéutica fundamental en cualquier escuela psicológica (cognitivo-conductual, gestalt, terapia breve, psicoanálisis, etc.) se basa en la relación terapeuta-paciente. El vínculo es la base segura que sostiene el proceso de cambio. Igual que el vínculo madre/padre-hijo/a hace posible el desarrollo del niño/a.
Una parte importante de mi trabajo se basa en las teorías del vínculo o del apego, que afirman que el vínculo es la estrategia básica de supervivencia y desarrollo de nuestra especie. ¿Puede un bebé crecer sano sin establecer vínculos con adultos significativos? Claramente no. Como muchos estudios demuestran, cubrir las necesidades básicas del bebé no es suficiente para que se desarrolle. Sin el apego con un adulto significativo (sea madre, padre u otra figura parental) que sintonice con sus afectos y sus necesidades y responda a ellas de manera contingente, que esté ahí cuando le necesite, que ponga nombre a lo que siente, que le estimule, aparecen graves problemas de desarrollo.
¿Puede un adulto vivir, en el pleno sentido de la palabra, sin establecer vínculos con otros significativos? De nuevo, no.
Sin embargo, nuestras dificultades para crear vínculos suficientemente seguros o positivos, se encuentran muchas veces detrás de nuestro malestar. Y son esas dificultades las que tratamos de “reparar” en la relación terapéutica.
Pero, ¿cuándo, o cómo, hacemos vínculo con otra persona? Cuando nos mostramos ante ella tal como somos y tal como estamos. Cuando estamos presentes para ella, con todos los sentidos. Cuando sintonizamos con ella, cuando le “vemos”, cuando le sentimos, cuando le escuchamos, cuando nos ponemos en su lugar, cuando nos dejamos transportar a su mundo. Cuando le damos y recibimos de ella sin exigencias…
Todo esto podemos hacerlo si tenemos claros los límites entre el otro y yo, si conozco y respeto los límites de mi territorio. Si sé quién soy, qué valgo, qué necesito… sin precisar la mirada del otro para saberlo. Si me acepto y me respeto. Si me responsabilizo de mis ideas, sentimientos, deseos, necesidades, sin colocárselos al otro. Si sé cuándo priorizar mis necesidades ante las necesidades del otro…
Casi nada. Y casi todo.