Insisto: ¿Educación UNIVERSAL de 0 a 3?

El periódico EL PAÍS vuelve a la carga en su editorial y me enfada cómo utilizan datos parciales para crear opinión.  Defienden la escolarización universal para niños/as de 0 a 3 años basándose en las investigaciones como la de James Heckman, reputado economista.  Eso es, economista.  Hablemos con claridad: como ocurre con la OCDE, organización a la que acudía en un artículo anterior para defender esto mismo, la perspectiva económica se interesa por la educación y del desarrollo humano en la medida en que éstos contribuyen a la economía (y yo me atrevo a añadir: a un sistema económico establecido).

Con esta pequeña advertencia en mente, procedo a ampliar los datos de la investigación de Heckman que, por cierto, es de acceso libre y gratuito en su página web.  Heckman y sus colaboradores demuestran que la educación temprana tiene efectos positivos en la salud a lo largo de la vida a partir del análisis de dos programas educativos desarrollados en EE.UU con población de riesgo.  Como él mismo señala en la introducción, “la mayor parte del coste sanitario en dicho país proviene de una minoría de la población con múltiples enfermedades crónicas (metabólicas, cardiovasculares y cáncer).  La prevención primaria y secundaria, así como el tratamiento, de estas enfermedades, requiere que las personas hagan cambios en el estilo de vida y se adhieran a hábitos de vida saludables”.  La población más susceptible a estas enfermedades es, sin embargo, la que carece con mayor probabilidad de este tipo de hábitos.  De ahí su interés por estudiar el impacto de intervenciones tempranas  en población de riesgo.

De los dos programas analizados por Heckman, sólo uno de ellos abarca la etapa de 0 a 3 años, que además incluye acciones sanitarias y nutricionales.  Se trata de una intervención intensiva: los participantes pasaron en el centro educativo 8 horas al día durante 5 días a la semana durante 50 semanas del año.  El 98% de los niños fueron afroamericanos pertenecientes a familias en riesgo psicosocial (dicho riesgo se valoró teniendo en cuenta dimensiones como el nivel educativo de los padres, los ingresos familiares, la red de apoyo social disponible, tener hermanos en edad escolar con bajos resultados académicos, la estabilidad laboral del padre, la capacidad intelectual de los padres y los hermanos, la asistencia social recibida y otros factores de desventaja social o cultural).

Y con este tipo de población, en el sistema socio sanitario de EE.UU., demuestra un impacto significativo.  Bien.  Hace mucho tiempo que se viene demostrando que el acceso universal a la educación infantil y primaria contribuye a la superación de las desigualdades.  España tiene experiencia en retos como la escolarización del alumnado gitano, el alumnado inmigrante o el alumnado con discapacidad.  Ahora bien, no se pueden extrapolar los datos obtenidos con una población muy concreta, homogénea, a la población general, heterogénea.  Ni los datos obtenidos en un sistema socioeconómico, educativo, sanitario y cultural tan diferente al nuestro.     No hay que ser experto en estadística para entender esto.

El debate de la educación 0 a 3 es complejo y hay que abordarlo con responsabilidad.  Estoy de acuerdo en que hay que hacerlo desde la perspectiva económica, pero no sólo desde ella, sino también desde la perspectiva sociocultural, y, ante todo, desde la perspectiva de las necesidades de los niños de 0 a 3 años.  Como decía en mi post anterior, debemos preguntarnos qué necesitan los niños de esta etapa para desarrollarse de manera integral y sana.  Hay ciertas necesidades básicas que se han identificado como universales que no podemos ignorar: amor explicitado e incondicional, sintonía y regulación emocional, seguridad y protección, sentirse perteneciente, estimulación y recursos adaptativos, tiempo compartido con completa atención, despliegue adecuado de roles, límites claros y consistentes, sentirse valorado…  Son las figuras de apego las que pueden satisfacer estas necesidades con mayor probabilidad y eficacia.  Es cuando las figuras de apego no están suficientemente disponibles (tanto física como emocionalmente) o no tienen los suficientes recursos, cuando el/la niño/a puede obtener lo que necesita de una manera más satisfactoria en un centro educativo.  Es en estos casos en que los programas compensatorios como los estudiados por Heckman tienen el impacto que demuestran.  Cuando intento ponerme en el lugar de un niño o una niña de un año que pasa 8 horas al día (una jornada laboral) en un centro educativo, compitiendo con otros/as niños/as por la atención de un/a educador/a, y aun así está mejor que con sus padres, abuelos o hermanos, me pregunto cuántas dificultades estará atravesando esa familia.

Estamos hablando, entonces, de educación compensatoria, que no es lo mismo que educación universal.  Así que pensemos y debatamos de verdad cómo queremos atender las necesidades de nuestra infancia.  ¿Por qué no invertir en facilitar que sean las familias las que puedan ejercer su labor educativa primaria en esta etapa?  Por ejemplo.

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